El Duende de la hornilla: El poltergeist de Zaragoza

En la Zaragoza de 1934, en un edificio situado en la calle Gascón de Gotor número 2, unas carcajadas estridentes y extrañas que resonaban con fuerza entre el primer y segundo piso, alarmaron a todos los vecinos del edificio, que en plena madrugada, salieron a sus rellanos para saber que era lo que estaba pasando. Pasados unos minutos, las carcajadas eran cada vez menos intensas, permitiendo a los vecinos armarse de valor para buscar a los responsables, sin encontrar a nadie. Durante los días siguientes, todos los vecinos del inmueble pudieron escuchar a altas horas de la madrugada pequeños golpes y ruidos, pero nadie le dio mucha más importancia, hasta que un 27 de septiembre de 1934, en el piso segundo derecha algo se manifestó.


Pascuala Alcover, de 16 años de edad, que era la criada del hogar de Isabel, la inquilina del segundo derecha, se encontraba en la cocina llevando a cabo sus habituales tareas, cuando de la hornilla de carbón con chimenea que tenían en la cocina, una voz de hombre le hablaba. Aquello era imposible, por lo que la señora Isabel no terminó de creer a la criada. Ante su insistencia, le mandó cerrar la trampilla de dicha hornilla, cuando en ese preciso instante Isabel fue testigo de algo que describió como el grito de dolor de un hombre que manaba de la hornilla, acompañado de la siguiente frase: "María, ven". Las dos mujeres estallaron a gritos e incluso se asomaron a la galería para pedir auxilio, haciendo salir de sus casas a los demás vecinos alarmados por esos gritos. 

El 27 de septiembre de 1934, dichos fenómenos empezaron a intensificarse en la misma vivienda, surgiendo voces de la misma hornilla que hablaban a los inquilinos del piso, todo ello hasta que un 15 de noviembre de 1934, los vecinos se decidieron a denunciar los sucesos ante la policía. Los agentes no se personaron hasta el 20 y 23 de noviembre del mismo año en la finca, para registrar cada piso y vivienda en busca del origen de todo aquello.


El caso empezó a tener mucha popularidad entre los zaragozanos, hasta alcanzar el interés mediático de la prensa internacional y de multitud de curiosos que se agolpaban ante el edificio, a la espera de poder presenciar alguno de los sucesos que se rumoreaban. Tanto fue el interés que suscitó este asunto, que incluso lo bautizaron como "El Duende de la hornilla".

A petición del comisario jefe de vigilancia, el juez Pablo de Pablos se encargó de la investigación, haciéndose con los servicios de los doctores Penella Murt y Rost Ojer, que liderarían una comisión médica que debería identificar a los responsables de toda aquella locura, que ya empezaba a convertirse en un problema molesto para la entonces férrea dictadura franquista. 

Durante la investigación se levantó el suelo de la cocina del segundo piso, en busca de algo que pudiera estar emitiendo esas voces. Pero ni todos los técnicos que fueron a la vivienda como fueron electricistas, fontaneros, albañiles y la propia policía no encontraron nada que explicara la voces. En un principio se sospechó de Pascuala Alcover, por presunto fraude, pero la comisión médica la terminó descartando. Poco después, Pascuala tuvo que abandonar su puesto de trabajo y la ciudad, obligada por las instituciones al cargo de la investigación.


Algunos periódicos del momento, publicaron informes extensos sobre la investigación, así como algunas de las cosas que esas voces decían como: "¡Ya estoy aquí cobardes, cobardes!”, después de que unos oficiales de policía desalojaran el edificio para llevar a cabo la investigación. Uno de esos policías no se dejó asustar y se quedó para interactuar con el que ya conocían como El Duende, que les gritaba "¡Ya estoy aquí cobardes, cobardes!". La conversación que mantuvo el policía con El Duende fue la siguiente:
- ¿Quién eres?, ¿Por qué haces esto?, ¿Quieres dinero?
- No.
- ¿Quieres trabajo?
- No.
- ¿Que quieres hombre?
- Nada. No soy un hombre.

Tras esa misteriosa conversación, El Duende no volvió a contestar ninguna pregunta de la policía. Esa misma noche, los dos doctores al cargo de la comisión médica, tomaron fotos y registraron el edificio para la investigación. Tras revelar y visionar las imágenes, cerraron el caso de forma muy misteriosa.

Tras 40 años en los que la censura tuvo este caso prácticamente en el olvido, se desclasificaron los archivos de la época, en los que se encontraban los de esta asombrosa investigación. Se descubrió que el Gobernador Civil de la Provincia de Zaragoza, Otero Mirelis, dio carpetazo a la investigación tras las pruebas que consiguieron los dos doctores, ya que no podían explicar lo que sucedía en aquel inmueble. De esa manera también se atajaba de raíz toda especulación e interés que despertaba el caso del "Duende de la hornilla". 

Los principales afectados del Duende en el segundo piso, se mudaron tras no conciliar el sueño varias noches, dejando paso a otra familia que ocupó la vivienda. Durante algún tiempo, el hijo de esa nueva familia entablaba conversaciones con El Duende, sentándose frente al fogón de la hornilla, mientras El Duende jugaba con el niño a contarle adivinanzas. El caso fue de nuevo denunciado a la policía, que esperando conseguir la prueba definitiva que explicara razonablemente que era esa voz, colocaba al niño delante mismo de la hornilla para que hablase con esa entidad, sin pensar en el riesgo que corría el pequeño al ser expuesto de forma tan intencionada.

Días después, el juez que llevó el caso traspasó el mismo al juez municipal Luis Fernando, que junto al doctor Gimeno Riera, retomó la investigación. El 3 de diciembre de 1934 Luis Fernando determinó que las voces se debían a un fenómeno psíquico que se producía en determinadas circunstancias. El Gobernador Civil Otero Mirelis, se encerró de noche y a oscuras en una habitación donde fue testigo de los lamentos del Duende durante aquella madrugada, confirmando la existencia de esas voces, aunque tras la misma experiencia con las luces encendidas, se reafirmó en la teoría del juez Luis Fernando.  El doctor Gimeno Riera también experimento la misma situación, dando a entender luego que él también había escuchado esas voces, pero no quiso pronunciarse mucho más al respecto en su informe, escudándose en el secreto profesional. De esta manera se cerraba definitivamente el caso del "Duende de la hornilla". En un segundo informe se volvía a desconfiar de la criada Pascuala Alcover, pese a no encontrar pruebas que la relacionaran.

Con esa maniobra, se intentaba dar a entender que El Duende había desaparecido por fin del edificio, pero la misma noche del 3 de diciembre de 1934, la voz volvió a hablar para lanzar esta aterradora amenaza: "¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa! ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!"

Tras la desclasificación de archivos que aportó más luz a una investigación lastrada por la censura y el miedo a lo que no se podía explicar, se pudo descubrir la prueba definitiva que hizo finalmente decidir a los encargados de la investigación cerrar el caso y mantenerlo en el olvido. Era una foto tomada en las escaleras que daban al sótano del edificio, donde se pudo intuir que algo sobrenatural habitaba en la finca.


Hoy en día, los expertos aseguran que El Duende se manifestaba con fenómenos conocidos como poltergeist, que podrían haber sido motivados por la invocación de un espíritu vengativo o de un demonio maligno, que se dedicó a atormentar a la gente de ese edificio durante mucho tiempo.

Creer o no creer, lo cierto es que algo importante sucedió a finales de 1934, que volvió casi loca a toda Zaragoza y que llegó a copar el interés de medios británicos. Tampoco es el único caso extraño e inexplicable que sucedió, durante una época en la que la censura estaba a la orden del día.

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