Relatos Pandereta: Sonríe al diablo (cap.02)

CAPÍTULO 2:

La identificación de los restos allados entre las uñas de Ana nos llevó a un hombre de unos treinta y pico años, vecino de un barrio marginal de la capital llamado Ricardo Almunia alias "El Richy", drogadicto y fichado por algún robo por el que había comprobado como se vive en prisión. Un pobre hombre fruto de muy malas decisiones y un entorno muy poco recomendable. La investigación lo situaba como la posible persona que la pudo haber secuestrado y llevado ya muerta a aquel solar abandonado. Solo teníamos eso, que no era poco, pero ahora había que probar que fuera él quien la mantuviera encerrada y abusara de ella, a parte de quienes eran sus cómplices necesarios en ese acto atroz.

Por una televisión de la sala de personal en comisaria puedo ver a los padres de Ana entrevistados por una y otra cadena, repitiendo siempre lo mismo: justicia para su hija. Solo espero poder darles lo que ansían. Recojo una carpeta y entro en la sala donde espera "El Richy", tiene la cara descompuesta, posiblemente este totalmente acojonado o tal vez sea solo el mono que lleva encima, ya que debe hacer ya varias horas que no se mete nada:
- Hola, soy el inspector Esteban Salgado. ¿Supongo que ya sabes el motivo por el que estás aquí?
- Man hablado duna niña... pero yo no se na... ya le he dicho a sus colegas que yo no he hecho na ni me entero de na.
- ¿No escuchas ni ves las noticias? ¿No lees la prensa?... bueno, que digo, si lo mismo no sabes hacer la O con un canuto. Eres un pobre tonto del culo drogadicto que solo pasaba por allí, ¿no?.
- ¡Si! ¡Si! Jefe, así es.
En ese momento decido abrir la carpeta y sacar las fotos del caso, fotos del lugar donde se encontró el cuerpo, de Ana muerta y de Ana viva y feliz. Ese idiota se pone más nervioso y sigue asegurando no conocerla. Le enseño los resultados de adn extraídos de las uñas de Ana y entonces comienza a derrumbarse:
- ¿Sigues asegurando que no conocías a esa chica?
Entre sollozos empieza a cantar. Declara que fue él quién la secuestro una noche cuando volvía de una fiesta, pero ese estúpido añade algo con lo que no contábamos, asegura que la secuestro porque un misterioso hombre le prometió pagarle unos 3.000 euros y unos gramos de coca pura a cambio:
- ¿Podrías identificar a ese hombre?
- No... nunca me dijo su nombre... solo que iba de negro. Me lo encontré un día mientras me metía un tirito detrás de un coche.
- ¿Cuando te pagó?
- A la entrega de la chica... pero juro que no la toqué... solo una bofetá pa tranquilizarla pero no le hice na más, taba muy nerviosa.
- ¿Donde fue la entrega?
- Creo que cerca de donde la encontrasteis... en una caseta con un dibujo de una cara sonriente.
En ese instante un escalofrío me recorrió la espalda:
-¿Allí la dejaste después de secuestrarla? (Señalado el lugar en una foto).
- Si...
- ¿Entonces, según tú, solo la dejaste en esa caseta y te marchaste?.
- Si, la dejé, recogí un sobre que había dentro y me marché. Yo no hice más na jefe... se lo juro.
Decidí mostrarle los otros casos y los lugares donde aparecían esas caras sonrientes, pero aseguraba no saber nada de esos otros crímenes ni tener relación alguna, aunque algo asustaba a ese pobre infeliz cuando le preguntaba por ese misterioso hombre de negro, notaba que le tenía mucho miedo. 

Mis sospechas se estaban cumpliendo, las que relacionaban el crimen de Ana con al menos otros cinco que encontré y eso me daba muy mala espina.

Continuará... 

Para releer el primer capítulo de Sonríe al diablo clica aquí.

Comentarios