Joelma, misterios tras la tragedia.

El 1 de febrero de 1974 es una fecha aciaga en la historia de Sao Paulo (Brasil), un día recordado y que sigue despertando multitud de sentimientos y sensaciones. La tragedia vivida cambiaría no solo las vidas de aquellos que sobrevivieron, también a un país entero en muchos aspectos.


La mañana de ese viernes comenzó como otra cualquiera. A primera hora 756 de sus habituales trabajadores comenzaron su jornada laboral. Gran parte del edificio estaba ocupado por oficinas del Banco Crefisul por lo que a primera hora la actividad era máxima. Aproximadamente sobre las 8:50 AM se produce un incendio en la planta 12, según las investigaciones posteriores el incendio pudo deberse a un cortocircuito en el sistema de aire acondicionado. Las llamas que se propagaban por la planta rápidamente causaron una fuerte explosión que hizo romper los cristales de toda la planta. A partir de entonces el incendio se extendió hasta la planta 15 convirtiendo el interior en un verdadero infierno. Para aquel entonces el edificio Joelma no tenía ninguna medida de seguridad contra incendios, ni tan siquiera escaleras anti incendios por lo que los bomberos tuvieron que evacuar a mucha gente a través de los ascensores y de las escaleras de bomberos que conseguían hacer llegar a las plantas por la fachada. La única vía de escape de muchas personas atrapadas era la escalera principal que en pocos minutos se llenó de humo negro y llamas, obligando a huir a la gente hacía la azotea en busca de una posible salida por medio de helicópteros, pero lo que no sabían era que el tremendo incendio que se apoderaba del edificio generó tal cantidad de humo negro que era imposible sobrevolar aquella azotea hasta que el mismo no se despejara.


A la 13:30 PM el incendio declarado en el edificio Joelma fue finalmente extinguido por los bomberos, a partir de aquel momento se pudo comprobar el alcance de la tragedia. Finalmente 188 personas perecieron en el incendio y unas 40 murieron tras lanzarse al vacío por las ventanas, una de las peores tragedias que Brasil habría vivido en años.


Aquel incendio tuvo consecuencias en lo que a medidas de seguridad debían tener equipadas los edificios en Brasil, los materiales con los que ser construidos, etc. El Joelma fue reformado de arriba abajo y volvió a la actividad poco tiempo después, pero algo de toda aquella tragedia quedó impregnado entre sus paredes.


La gente hablaba sobre fenómenos extraños ocurridos en las plantas de aparcamiento de vehículos. Motores que se encendían sin haber accionado la llave, otros en marcha que se apagaban sin más, luces de vehículos aparcados que se encendían y apagaban, hasta un fenómeno que se repetiría en otros puntos del edificio de otras formas, como el que contó un mensajero que aparcó su vehículo en el aparcamiento del edificio. El hombre al volver al vehículo y sentarse pudo ver a su lado a una mujer vestida de blanco que al girarse hacía él le dijo "Buenas noches" y desapareció sin más. Pero los fenómenos continuaban en otros lugares del edificio. Gente que hablaba de bajadas bruscas de temperatura, puertas que se abrían y cerraban inexplicablemente, puertas que también se abrían y cerraban de los mismos armarios de las oficinas sin más, luces de dependencias que se encendían o apagaban, lamentos y de nuevo esa mujer. Una mujer vestida de blanco levitando de un despacho a otro o cruzando un pasillo era algo que muchos trabajadores veían presos del miedo. Muchos decidieron continuar trabajando en el Joelma y otros directamente decidieron no volver más.

Pero de nuevo la fenomenología del trágico suceso del Joelma no termina aquí, llegando a reproducirse lejos de allí, justo en el cementerio donde reposan los restos carbonizados de 13 personas que se encontraron dentro de un ascensor en el que quedaron atrapadas pasto de las llamas. Los restos totalmente carbonizados fueron enterrados en 13 tumbas que incluso hoy son veneradas por infinidad de personas que acuden hasta allí, con la intención de mostrar respeto y pedir la bendición de esas almas que reposan allí. De ese mismo cementerio se conoce el testimonio de un trabajador de seguridad y que también hacía funciones de jardinero, que acostumbraba a escuchar en sus rondas quejidos y lamentos que llegaban de esas tumbas. Su reacción fue la de con un cubo de agua regar las tumbas para según argumentar: "dar un poco de alivio a aquellas personas que se calcinaron". Desde entonces mucha gente en sus visitas dejan vasos de agua junto las tumbas.


Un lugar marcado de una manera u otra por la tragedia.

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