Una verdad escalofriante.

Primera hora de la mañana, sonaba el despertador, Esteban se había quedado dormido mientras trabajaba en casa durante la noche. Era un guionista de cine que había sido contratado para escribir el guión de una película de Hollywood, el sueño de toda su vida se había hecho realidad. Esteban vivía a las afueras de la ciudad, en una enorme casa con terreno e incluso un lago con su propio pequeño embarcadero. A Esteban no le gustaba navegar, ni siquiera subirse a un bote, pero si que le gustaba correr con su hijo pequeño, Carlos de 8 años, hasta un cobertizo cerca del embarcadero donde acostumbraban a jugar al escondite, a pillar... Su mujer era Carmen, una importante cirujana que estaba pasando unas semanas fuera de casa por diversas ciudades de Europa, participando en un tour de conferencias médicas. Carmen venía de una familia muy importante e influyente con tradición médica, de la que heredó la casa y una fortuna que disfrutaba con su marido y su hijo.

Esteban detuvo el despertador de un golpe, aún era pronto por lo que pasó casi de puntillas por la habitación de Carlos, abrió la puerta y encontró la cama vacía. Pensó que se habría despertado pronto y que estaría viendo la televisión. Bajó al salón pero no encontró a Carlos. Siguió buscando en la cocina pero seguía sin encontrarle. Esteban empezaba a ponerse nervioso y a gritar una y otra vez el nombre de su hijo, subió otra vez al piso de arriba y revisó todas las habitaciones sin encontrarlo. Al bajar de nuevo corrió hacia la puerta y miró el panel de alarmado que estaba desactivado, la noche anterior olvidó conectar la alarma, salió de casa y siguió llamando a gritos a Carlos. Esteban se puso a pensar donde demonios podía haberse metido su hijo y recordó el cobertizo, de hecho allí solía tener juguetes para jugar. Corrió hasta allí pero Carlos seguía sin aparecer, la desesperación era enorme en Esteban que cada vez se veía aún más superado por el miedo. Miró en el embarcadero e incluso se lanzó al agua helada intentando bucear para encontrar algo pero fue inútil, su hijo había desaparecido de la faz de la tierra.

La policía tomó las riendas de la investigación, Carmen había cancelado todo para volver a casa y buscar a su hijo. Nadie entendía como o que motivos había para tal extraña desaparición. La investigación del caso interrogó a Esteban, peinó la zona con perros e incluso drenó el lago sin éxito, Carlos seguía desaparecido. Debido a que eran una familia adinerada, se planteó la posibilidad de que tuvieran enemigos. A la policía no le cuadraba nada, no había puertas ni ventanas forzadas, pero la alarma había quedado desactivada toda la noche, por lo que si no fue Esteban alguien podría haber accedido a la vivienda y llevárselo mientras su padre dormía. Sin pruebas claras las sospechas recaían en Esteban que negaba cualquier implicación en la desaparición. El matrimonio emitió varios comunicados de ayuda a través de los medios de comunicación, sin dejar de buscar un solo día. La noticia de la desaparición de Carlos corrió como la pólvora por internet con gente mostrando su apoyo y ofreciendo ayuda.

Los días, las semanas y los meses pasaban sin rastro de Carlos. Esteban y Carmen dilapidaron su fortuna para buscar a su hijo. Esteban dejó de lado el proyecto por el que fue contratado perdiéndolo a las semanas y Carmen había pedido una excedencia en el hospital donde ejercía para volcarse plenamente en la búsqueda. Pasó un año y la noticia se perdió casi en el olvido, ya no era primera página de los diarios ni cabecera de los informativos, la movilización política de las primeras semanas no existía y la policía con el tiempo le dedicaba menos recursos. Esteban y Carmen llegaron a viajar por medio mundo siguiendo cualquier pista pero jamás encontraron nada. Aquello fue haciendo mella en la relación que acabó por romperse a los dos años de la desapareción. Pasados varios años más vendieron la casa y todo lo que tenían, para afrontar las numerosas deudas generadas y poder seguir viviendo.

Esteban nunca superó la perdida de su hijo, se sentía culpable por lo que siguió buscando hasta que las fuerzas, la edad y el alcohol le hicieron parar. Carmen se reincorporó un tiempo a su trabajo pero ya no volvió a ser la misma, ya que el hospital donde trabajaba debía mucho a su familia le buscaron un puesto en la dirección del centro alejada de lo que fue su pasión, nunca dejó de buscar a su hijo hasta que murió por edad avanzada. Esteban era un anciano triste y frustrado, postrado en una cama de hospital pasando sus últimos instantes de vida solo con la única compañía de la televisión. Apenas lograba mantener los ojos abiertos, la mascarilla de aire cada vez le molestaba más por lo que decidió quitársela, en ese instante una noticia llamó su atención. Era un reportaje de un informativo en el que aparecía su antigua casa y los inquilinos actuales siendo entrevistados. En plenas reformas del embarcadero y del cobertizo, habían hecho un hallazgo estremecedor. Detectaron una trampilla en el suelo que nunca habían visto, daba acceso a una especie de sótano abandonado durante décadas, allí encontraron juguetes y unos restos de lo que parecía ser un niño pequeño con lesiones oseas en las piernas. Esteban al ver aquello empezó a palpitar muy rápido, los instrumentos empezaron a pitar y las enfermeras entraron apresuradas. Esteban se moría viendo esas imágenes cuando de repente todo parecía detenerse, tuvo una visión oscura de dos personas, eran su mujer y su hijo. Carmen parecía muy pálida y triste, la visión de Carlos asustaba a Esteban, aparecía con la piel grisácea y prácticamente en los huesos. La visión de Carlos agarró la mano de Esteban que empezó a combulsionar. En ese instante pudo ver el día anterior a la desaparición de Carlos, se veía a los dos correr hasta el embarcadero, allí Esteban se sentó mientras seguía escribiendo en su portátil. Su hijo estaba en el cobertizo cuando asomó la cabeza llamando a su padre: "¡Papá! ¡Papá! Mira que he encontrado ¡mira!. Esteban sin apartar la mirada de la pantalla le dijo: "Muy bien Carlos, ahora no puedo mañana lo veo, tenemos que marchar". Carlos había encontrado aquel sótano olvidado. Al día siguiente se despertaría pronto para ir hasta allí y prepararlo todo para enseñárselo a su padre, pero cuando pretendía bajar por las carcomidas escaleras resbaló, rompiéndose las escaleras, quedandose encerrado y cayendo al suelo desde lo alto. Carlos quedó inconsciente en el suelo y malherido, allí permanecería días asustado y hambriento hasta su muerte. Fuera de esa visión del pasado Carlos se le acercó poco a a poco mientras los ojos de Esteban se llenaban de terror y lágrimas diciéndole al oído: "Aprovecha papá, no me vuelvas a dejar escapar". Y se hizo la oscuridad y el silencio más absoluto.

De golpe Esteban despertó sobresaltado, le faltaba el aire y estaba empapado en sudor. Empezó a mirar de un lado a otro de la habitación, aquello no era el hospital pero lo reconocía perfectamente, era su antiguo estudio y el estaba aún sentado delante del escritorio. Justo en ese instante sonaba el despertador, lo paró y se miró las manos, ni una sola arruga, volvía a ser joven. Entonces un recuerdo le llegó a su cabeza como un rayo, se levantó tirando la silla al suelo, corrió a la habitación de Carlos pero no estaba, bajó las escaleras y salió de casa a la carrera hasta que llegó al cobertizo, abrió la puerta del cobertizo y mientras llamaba a su hijo buscaba esa trampilla oculta. Finalmente la encontró, estaba bien escondida, la abrió y enfocó con el móvil que tenía en el bolsillo, allí estaba Carlos tumbado en el suelo. Esteban bajó agarró a Carlos y como pudo salió de allí, ya con la luz del sol empezó a zarandearle y a intentar que recobrara el conocimiento, entonces abrió los ojos. Esteban lloró de alegría como jamás lo había hecho, Carlos ¡estaba vivo!.

FIN.

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