Fukushima, cuatro años después del desastre.

Este 11 de marzo se cumplen cuatro años del tsunami que azotó Japón y que, a parte del drama dantesco que supone las 18.000 personas que perdieron la vida y otros tantos dramas personales, una de las imágenes y consecuencias que aún hoy siguen presentes y amenazantes tanto en la sociedad japonesas como en la internacional, es la situación de sus centrales nucleares y en concreto la de Fukushima.

Como ya sucedió en su momento con el desastre de Chernóbil, hace cuatro años se volvió a plantear en la sociedad de medio mundo la necesidad y seguridad de tener que depender de la energía nuclear, sobretodo cuando energías renovables demuestran ser eficaces, muy económicas e incluso, bajo la opinión de expertos, energías que dominarán nuestro futuro. Japón en estos momentos tiene aproximádamente unas 50 centrales nucleares apagadas desde 2011 y que ahora tiene previsto reabrir 2 de ellas este 2015. La necesidad y dependencia que tiene Japón y otros países de la energía nuclear se demostró en 2011 que puede ser también su perdición a corto, medio o largo plazo si de nuevo otro desastre natural, cualquier acto terrorista o accidente lamentable compromete la seguridad de cualquier otra central o de varias. Fukushima aunque las autoridades japonesas mantengan que la situación esta controlada, diversas entidades y expertos han asegurado en infinidad de ocasiones que la fuga constante y masiva de radiación tanto al océano, el aire y la tierra es un hecho desde aquel fatídico tsunami. De hecho se supera en 20 veces los estándares internacionales de radiación en esta central nuclear, Chernóbil en su momento los superaba en 5 con respecto a dichos estándares. En los alrededores las estadísticas determinan que los casos de cáncer infantil han crecido de forma alarmante, alimentos como el pescado ya han dado elevados índices de contaminación, se han detectado alteraciones genéticas en personas y animales que les provocan malformaciones debido a la sobre-exposición radiactiva. El que se siga filtrando radiación al océano, aire y tierra permite a su vez que zonas muy alejadas de Fukushima en Japón sufran también consecuencias, incluso en países muy alejados del país nipón, que empezaron a detectar índices elevados de radiación llegados de Fukushima.

A todo este drama natural y de salud, que no es poco, se une el que supone para muchas familias que tuvieron que abandonar sus hogares debido al riesgo de radiación y que aún hoy no han podido volver, viviendo como auténticos refugiados sin esperanza de poder ni siquiera retornar nunca más para recuperar cualquier efecto personal que se hubieran dejado en la huida. Hoy las ciudades de alrededor de Fukushima y que en otros tiempos albergaban vida, son auténticas ciudades fantasma abandonadas tal cuál como si hubiera sido ayer, convertidas en ocasiones en vertederos nucleares de la dañada Fukushima y a las que su acceso está totalmente prohibido por el peligro que supone para la salud.

Lamentablemente parece que los gobiernos no aprenden de los peligros de una energía que incluso sus residuos continúan siendo radiactivos durante decenas de años. El apostar por las energías renovables debería ser una obligación, aprovechar la energía que nos brinda la misma naturaleza es algo bastante más económico que no querer producirla nosotros mismos, pero el poder y la intención de monopolios energéticos siempre prevalece por encima del bienestar y seguridad de la gente y el planeta en general.

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