Relatos Pandereta: Sonríe al diablo (cap.03).

CAPÍTULO 3:

Hace años, en mi niñez:
- Papá, tengo miedo.
- Hijo, ¿de que tienes miedo? ¿de los fantasmas y de los monstruos?.
- S...s...si... de ellos.
- No has de temer mi niño, no existen esos seres. Solo has de temer a otros que no viven ni dentro del armario ni debajo de la cama, aquellos monstruos reales que se esconden tras algunas personas malas. A esos has de temer y andar con cuidado, son difíciles de encontrar y reconocer pero esos si son de verdad.
- ¿Tú los has visto?
- Algunos si y lo mejor de todo es que a muchos los podemos parar y hacer pagar con la justicia sus malas acciones. Porque ellos también son de carne y hueso.
- Mientras tú estés a mi lado no tendré miedo papá.

A medida que estudio los demás casos un extraño sentimiento de temor recorre mi cuerpo.
Algunos de ellos se resolvieron encerrando algún desgraciado y otros directamente quedarían sin resolver. En el caso del crimen de Ana Marín todo apunta a que el principal sospechoso será condenado a muchos años de cárcel, cortesía del fiscal del estado Andrés García, un tipo capaz de todo para ganar un caso y con una moralidad puesta en duda en ocasiones. El fiscal parecía no querer hacer caso de las pruebas que presentamos para que ese caso y otros quedaran vinculados, tampoco ayudaba el extraño silencio de "El Richy" que se recluía en su celda sin apenas relacionarse con nadie, así como la sorprendente declaración que hizo ante el juez y que contradecía todo lo que declaró frente a mí, ni la presión mediática que clamaba justicia y venganza a partes iguales. Se que el caso no va por donde debería ir, por lo que he de esforzarme para encontrar a esos monstruos que asesinaron a Ana.

El día del último juicio sobre el caso ha llegado y no hemos podido avanzar en la investigación. No hay más sospechosos, ni hemos podido contrastar la primera versión de "El Richy", ni tan siquiera conseguimos pistas de ese hombre de negro en la caseta donde fue entregada Ana la noche de su secuestro, tampoco conseguí reabrir los otros casos. Todo parecía estar en mi contra.

Al llegar a comisaria recibo una noticia inesperada, esa misma noche hubo un motín  en el centro penitenciario donde "El Richy" estaba recluido, terminando con el asesinato de nuestro único y vital sospechoso. Hoy iba a acudir al juicio sin abogado ya que los tres que se le asignaron de oficio, uno tras otro, desestimaron defenderle. Algo insólito y muy extraño. Salgo de comisaria, necesito tomar el aire y aclarar las ideas, cuando alguien me para en mitad de la calle:
- ¿Inspector Salgado?
- ¿Quién pregunta?
- Isaac Cuesta, periodista independiente, colaborador de la revista Misterios y bloguero referente en casos sin resolver.
- ¿Que busca señor Cuesta?
- Colaborar con usted. He estado al corriente de su investigación y conozco las trabas con las que se ha encontrado.
- ¿Dice conocer que?... no tiene ni idea. ¡Lárguese!.
- Confío en usted señor Salgado, su forma de investigar me transmite que realmente quiere llegar al fondo de todo, destapar la realidad que otros solo pretenden esconder o mantener enterrada. Tengo un vídeo... una prueba que seguro le dará una nueva dimensión a su caso. Hace veinte años que estaba guardado en un cajón, alguien en algún lugar debió sentir remordimientos al conocer el caso de Ana Marín y me lo hizo llegar a través de una de mis fuentes. Yo lo he visto y le advierto que puede herir su sensibilidad. Venga esta noche a mi piso y se lo muestro. Existe gente poderosa tras esa prueba, tan poderosa que es capaz de ser invisible a los ojos de la sociedad, con gustos poco normales que tienen que ver con lo que le sucedió a esa chica y a otras.
No me fío de ese hombre, puede ser un interesado más, un buitre capaz de cualquier cosa a cambio de una nueva noticia con la que soltar mierda para vender. Pero por ahora ya no puedo dar la espalda a esta oportunidad de averiguar que tiene que enseñarme, puede que sea la última pista que me quede.

Estoy de camino al piso de ese periodista loco, un denso tráfico me mantiene casi parado sin apenas avanzar. Decido bajar del coche y averiguar que está pasando. Pregunto a un agente municipal y me dice que hubo una gran explosión de gas en un piso de la avenida principal, las llamas del incendio ponen en peligro a la gente de la calle. Le indico que he de acudir urgentemente al número 389 de esa avenida y me contesta que es precisamente allí donde a sucedido todo. Corro entre los coches parados hasta llegar al lugar, cuento los pisos y es ese, el piso de Isaac Cuesta. Desconcertado vuelvo al coche y pongo la radio. En unos minutos se confirma la muerte de al menos una persona en el piso. En ese instante se que tiene que ser ese periodista con el que iba a reunirme. Me siento como si todo se volviera en mi contra, como si a cada paso que diera el destino frustrara mi investigación, como si el mundo no quisiera que Ana tuviera la justicia que se merece.

Al abrir la puerta de mi casa dejo las llaves encima del mueble del recibidor, cabizbajo me giro y cierro la puerta cuando una voz retumba entre la penumbra. Enciendo la luz a la vez de desenfundo mi arma reglamentaria:
- ¡¿Quién coño es y como ha entrado en mi casa?!
- Inspector Salgado, no es necesario que me apunte con el arma, solo he venido a hablar.
- ¡¿Ha hablar de que?! ¡No está contestando a mis preguntas!.
- Del caso de esa chica. He venido en representación de unas personas muy importantes e influyentes para que lo deje en paz, no remueva más el pasado, ya tiene a su sospechoso que pagó con su vida, ahora le toca entender la situación.
- ¡¿Me esta pidiendo que abandone el caso?! ¡¿Quién cojones es usted?! ¡¿Es ese hombre de negro?!
- Lo importante no es quién sea yo inspector, lo importante es ¿cuanto quiere a sus seres queridos?. Si continúa  indagando ese periodista entrometido y ese yonki asqueroso no serán los únicos en morir. Empezaremos por todos sus seres queridos y amigos, uno a uno, hasta llegar a usted. Si continúa  por este camino acabaremos antes con todo su mundo para que pueda ser testigo de ello antes de morir.
Esa amenaza me deja paralizado, el pulso me reventará el pecho, no tengo fuerzas ni para levantar el arma, ni apenas para articular palabra. Ese hombre se dirige hacia la puerta, antes de salir posa su mano sobre mi hombro y me dice:
- Hágalo al menos por ellos, el mundo es un equilibrio entre el bien y el mal, no quiera desequilibrar la balanza o ellos terminarán con usted. Recuerde, no nos busque, no existimos, si lo hace le encontraremos.
- ¡Espera! ¿Porque una cara sonriente en esos lugares?
Ese extraño hombre sonríe y contesta:
- Sonría al diablo inspector, solo así podrá seguir adelante.
Cerró la puerta y en ese instante caí al suelo fruto de la tensión.

El juicio finalmente se celebró y allí estuve yo para oír el veredicto del jurado popular. Se declaró culpable de todos los cargos a el difunto "El Richy"... ellos ya tenían su cabeza de turco con el que desviar toda la atención. Nunca me atreví ha visitar a los padres de Ana, aunque me consta que están convencidos de que se hizo justicia. Tal vez sea lo mejor. Tampoco me atreví ha visitar la tumba de Ana. Pasaron los años y otros casos llegaron, pero jamás hablé de lo que me pasó en ese. Un buen día acudí a la llamada de un programa de radio, por lo visto cada jueves una sección repasaba crímenes de todo tipo y me llamaron para tratar el que fue hace ya años el mediático caso de la época. Contesté a todas las preguntas hasta que una me dejó paralizado duramente unos segundos con la mirada perdida: "¿que pasó para que no continuara con la investigación?"
Me recuperé y levanté la mirada, en la mesa todos estaban visiblemente incómodos con mi silencio. De repente el peso que portaba sobre mis hombros durante tanto tiempo cayó directamente sobre mi corazón y entonces contesté:
- Ellos me obligaron.

FIN.

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