La leyenda de la casa del Alquimista en Barcelona.

Cuentan que en el número 8 de la calle Arc de Sant Ramón del Call en Barcelona, en el conocido barrio del Call, antiguo barrio judío, vivía hace ya mucho un poderoso Alquimista judío. Muchos le conocían como un poderoso brujo, al que poder contratar sus servicios para obtener pociones de todo tipo. Su clientela era numerosa y variada, incluso la gente de la alta sociedad no dudaba en acudir al Alquimista, para encargar pócimas que aportaran éxito profesional, dinero, salud o amor.


Este Alquimista tenía una hija de la que se dice, era la joven más hermosa de la ciudad. Sus pretendientes se contaban por decenas, pero solo dos hombres la cortejaron, uno era cristiano y el otro judío. Finalmente, la joven se enamoró del chico cristiano, con el que inició una relación. 

Pasado un tiempo, ella misma le propuso a su amado matrimonio. El chico, por aquel entonces no tenía clara aquella unión, pues no creía que un matrimonio entre un cristiano y una judía fuera a ser bien visto, a parte de que sabía que el padre de ella no lo consentiría. Ella le animó a hablar con su padre, ya que si era sincero y le pedía su mano, posiblemente le permitiera esa unión, atendiendo a la felicidad de su querida hija. Las dudas del chico le llevaron a rechazar esa posibilidad, por lo que ella decidió romper la relación que tenían. Dolido y a la vez despechado, el chico cristiano empezó a odiarla hasta el punto de desearle la muerte. Por ello y aprovechando que su padre no lo conocía, urdió un plan que consistía en acudir a su casa con un encargo. Quería que le preparase un veneno potente, que matara a la persona a la que se lo diera lenta y dolorosamente. El Alquimista solo le hizo una pregunta: ¿es para un hombre o una mujer? El contestó que era para una mujer, por lo que el Alquimista preparó el veneno dentro de una hermosa flor.

Una vez obtuvo su veneno, fue a ver a la chica con la excusa de que había decidido aceptar su petición de matrimonio y que incluso estaba dispuesto a hablar con su padre. Aquello convenció y alegró a la chica, que le permitió subir a su casa para verla. Cuando subió a su habitación y la tuvo frente a él, le entregó la flor mientras se le declaraba. Al cogerla rápidamente empezó ha sentirse mal, desplomándose sobre el suelo mientras se retorcía de dolor. El chico entonces abandonó la casa satisfecho por haber consumado su venganza. 

A las horas, el Alquimista subió a ver a su hija, pues llevaba horas sin saber de ella. Al entrar, pudo ver a su preciosa hija tirada en el suelo agonizado. El Alquimista se sumió en un gran pesar al ver a su hija muerta sujetando en su mano, la rosa envenenada que había preparado para aquel chico. Sintiéndose responsable, decidió marcharse de Barcelona para no volver jamás, no sin antes convocar a todo el mal posible en un conjuro que maldijera su casa, con el fin de que a aquellos que se atrevieran a morarla, les trajera todo tipo de desdichas.

Hoy en día, la casa del Alquimista judío sigue en pie, manteniendo gran parte de sus motivos representativos de la época y es considerada, la casa más antigua de toda Barcelona. Algunos vecinos que pasan junto a esa casa vacía, aseguran que se puede llegar a escuchar los lamentos de la hija del Alquimista.


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