Valle Inquietante, la última línea de defensa frente a los androides.

El ser humano parece empeñado en replicar la figura humana ya sea en muñecos inofensivos o en robots. Figuras casi idénticas capaces de mimetizarse entre los humanos para entretener, ayudar o interactuar con nosotros mismos.



En las últimas décadas se ha intensificado entre muchos científicos, teóricos y demás intelectuales el debate sobre la teoría del Valle Inquietante, una hipótesis hecha pública por el experto en robótica japonés Masahiro Mori en 1970 y que años más tarde el propio Mori revisaría allá por el año 2005. Esta teoría podría inspirarse en conceptos y ensayos de eruditos de la psicología como el mismo Sigmund Freud, que intentaría teorizar sobre como una parte de nuestro cerebro es capaz de enviarnos mensajes de rechazo o repulsa ante seres robóticos tremendamente similares a nosotros mismos. 

En su teoría Mori describía que ese mismo Valle Inquietante pone en funcionamiento diversas alarmas naturales y psicológicamente adquiridas en una sociedad, que funcionan a modo de selección natural frente a individuos no humanos como pueden ser los androides o cyborgs. Dentro de ese Valle Inquietante se examinan y ponen en duda pequeñas diferencias de esos seres con nosotros mismos tanto en aspecto como en formas de comportarse, diferencias que despiertan ciertas dudas incluso respecto a la misma mortalidad de ese ser, también entran en escena esa selección natural de fertilidad que nos analiza si ese otro ser puede ser o no una buena pareja para procrear e incluso se ponen en marcha factores religiosos o propiamente humanos. Mori añadiría años más tarde en la revisión de su propia teoría que ese Valle Inquietante podría alertarnos sobre el aspecto sano o no de ese individuo. Normalmente las facciones de los androides actuales, por muy conseguidas que sean, no son exactamente las de un individuo humano sano y normal, algo que el Valle Inquietante podría provocarnos sensación de rechazo. 

En definitiva la mente humana genera cierta empatía ante lo parcialmente humano porque son claras las diferencias frente a lo humano, en cambio en los androides casi humanos se genera más rechazo porque nuestro cerebro resalta las diferencias no humanas, además de asociar esas facciones casi humanas a las de personas enfermas o difuntas. Se da la curiosa situación de que ante un robot de una línea de montaje que solo tiene un brazo mecanizado y que no guarda ninguna otra particularidad similar a la humana, nos genera más empatía que la representación de seres humanos en películas rodadas con la tecnología live action como es el caso de las película Final Fantasy (2001), Polar Expres (2004) o Beowulf (2007) entre otras. 




En cambio personajes animados como por ejemplo los de las películas de Pixar nos generan reacciones positivas, aunque una mano ortopédica puede generarnos rechazo.




Las teorías de Masahiro Mori han sido rebatidas y muy cuestionadas por diversos expertos que aseguran no tienen demasiada base al no haber conseguido aún, un nivel de realismo tan elevado que nos lleve a confundir realmente un androide con un ser humano. A parte esas mismas teorías, expresadas para que otros puedan estudiarlas y ponerlas en práctica, también se dice que pueden o no ser tal y como las indicaba Mori en sus esquemas.



Pese a todo la inquietante figura de un androide que pretende ser similar a un ser humano nos despierta de primeras a cualquiera un montón de emociones distintas desde miedo, desconcierto, duda, rechazo, desconfianza... Tal vez luego lo aceptemos perfectamente y convivamos junto a seres profundamente similares a nosotros, pero en el fondo sabemos que esa creación humana no es más que una creación artificial, no natural, que hasta que su propia Inteligencia Artificial no tome conciencia de si misma, si eso es posible, no logre engañar incluso a lo más recóndito de nuestra mente.

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